Si tenemos en cuenta la esperanza de vida actual y que las personas adultas dormimos entre 6 y 8 horas diarias, podemos concluir que nos pasamos entre 20 y 25 años de nuestra vida durmiendo. Por eso la calidad de ese tiempo que pasamos en la cama es muy importante, y en ella influye decididamente la dureza o la blandura de nuestro colchón, ya que es lo que principalmente influye en que logremos el apoyo que nuestra columna necesita y a la vez la mayor comodidad, especialmente en casos de dolencias de espalda. En este sentido, una de las preguntas principales que se hacen quienes buscan un colchón adecuado es qué es mejor, un colchón duro o blando.
Durante mucho tiempo se ha considerado que un colchón duro es equivalente a una mayor corrección postural al dormir, al contrario de un colchón blando, que en teoría genera un mayor hundimiento y por lo tanto una postura vertebral demasiado arqueada. Sin embargo, ninguna de las dos afirmaciones es del todo correcta. Depende del peso, de la postura durante el sueño, de la existencia de apneas; dolencias de espalda, cervicales o musculares y de otros factores.
Como explicamos en un post anterior, la dureza de un colchón (que no debe confundirse con la firmeza) tiene que ver con la fuerza (en newtons) que debe ejercerse sobre la espuma para que se comprima al 40%. Cuanta más fuerza se necesite, más dura es la espuma. Por eso el peso de cada persona es fundamental para elegir una u otra dureza, ya que con un colchón duro se hundirá menos y con un colchón blando se hundirá más, y hay que encontrar el punto justo para que la columna quede alineada.
La densidad está relacionada con la calidad del colchón, ya que hace referencia a la cantidad de material utilizada por metro cúbico, que procura una mayor durabilidad al colchón al dotarlo de una mayor resistencia a la pérdida de firmeza.
La firmeza, en cambio, tiene que ver con la sensación del colchón al contacto con el cuerpo (respuesta rápida, compresión lenta, nivel de apoyo, etc.), y por lo tanto es la cualidad realmente decisiva (que tiene en cuenta dureza y densidad) para decidir en nuestro caso concreto qué es mejor, un colchón duro o blando.
A priori, si no tenemos en cuenta nada más que la dureza de un colchón, podemos concluir que un colchón demasiado blando para nuestro peso provoca un efecto “hamaca”, es decir, demasiado hundimiento y arqueamiento de la espalda, poco apoyo a la columna y por lo tanto dolores de vertebrales, y un colchón demasiado duro provoca una postura poco natural de la espalda, ya que distorsiona la forma de la columna y concentra el apoyo en los hombros y las caderas, ejerciendo demasiada presión en ellos, y menos en la espalda, especialmente si se duerme de lado.
Es aquí donde la firmeza del colchón es decisiva para decidir qué nos conviene más, un colchón duro o blando. Hay colchones fabricados con espumas muy duras (que requieren una gran presión para comprimirse) que al mismo tiempo son sensibles y elásticas por la forma como están fabricadas, y por lo tanto aportan una sensación mullida a pesar de ser calificadas con una alta dureza. De la misma manera, existen colchones formados por espumas más blandas (que necesitan una menor presión para comprimirse) que no proporcionan una gran sensación de hundimiento porque su acolchado les aporta una compresión lenta y un nivel de apoyo mayor.
Nuestro peso y nuestra postura al dormir son probablemente los dos factores más determinantes para decidir qué es mejor, un colchón duro o blando, o más o menos firme.
En lo que concierne al peso, es fundamental en el grado de compresión de la espuma, y por lo tanto de hundimiento.
En lo que se refiere a la postura a la hora de dormir, es clave porque define qué zonas del cuerpo necesitan más amortiguación y soporte.
Si tenemos en cuenta ambas variables, comprobaremos que una persona que duerme de lado y pesa 70 kg requerirá un colchón de dureza diferente que una que duerme boca arriba o boca abajo y pesa 120 kg. Mientras la primera necesitará probablemente un colchón más blando, la segunda necesitará uno de dureza media, o duro.
Peso | Postura de sueño | Firmeza |
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Menos de 60kg | De lado | Firmeza baja a firmeza media |
Boca arriba | Firmeza baja a firmeza alta | |
Boca abajo | Firmeza baja a firmeza alta | |
De 61 a 100kg | De lado | Firmeza baja a firmeza media |
Boca arriba | Firmeza media a firmeza muy alta | |
Boca abajo | Firmeza media a firmeza alta | |
Más de 100kg | De lado | Firmeza media a firmeza alta |
Boca arriba | Firmeza alta a firmeza muy alta | |
Boca abajo | Firmeza alta a firmeza muy alta |
Además de lo expuesto, decidir qué es mejor, un colchón duro o blando, depende sobre todo de la percepción de cada persona. Si hemos ido alguna vez a una tienda de colchones acompañados de otra persona y nos hemos tumbado a la vez sobre el mismo colchón, probablemente una de las dos haya lo haya notado más duro que la otra. Por eso no debemos limitarnos a comprar según los parámetros de dureza que informe el fabricante: una misma medida puede percibirse de formas distintas por dos personas diferentes. Debemos dejarnos asesorar por un profesional del descanso atendiendo a nuestras características físicas y hábitos de sueño y a nuestra sensación de bienestar.
Si hemos encontrado el nivel de dureza ideal para nosotros, puede merecer la pena hacer una inversión en que éste se mantenga intacto el máximo tiempo posible y disfrutar más años de un sueño de calidad. Esto se logra optando por espumas de alta resiliencia (HR), que mantienen ese nivel de dureza por mucho más tiempo, independientemente de su densidad. Se trata de espumas más caras, pero que rentabilizan al máximo la inversión en un buen colchón.
Los posts de MATINER Natural-Descans tienen fines informativos y no deben reemplazar el consejo de un médico u otro profesional médico.