Solemos ver nuestra cama como un espacio cómodo y accesible. Por eso solemos echar mano de ella para sentarnos a leer, a hablar por teléfono, trabajar con el ordenador o incluso a comer. Sin embargo, todos los fabricantes de colchones solemos explicar que es malo sentarse en la cama, ya que tiene consecuencias sobre nuestro colchón, nuestra postura, nuestra higiene e incluso sobre nuestro sueño nocturno. En este post explicamos por qué.
Evidentemente usar nuestra cama ocasionalmente de sofá, o sillón, o silla, no es un gran problema. Quién no se ha sentado en la cama alguna vez a leer, mirar el móvil o incluso desayunar, sobre todo si tenemos la suerte de que alguien nos agasaja con un desayuno en la cama. No obstante, el colchón no está pensado para sentarse, y eso tiene consecuencias sobre diferentes aspectos que ahora citamos.
Los colchones se prueban en fábrica para resistir el paso de los años con una distribución del peso concreta. Sentarse repetidamente en las mismas áreas puede comprimir de forma desigual unas zonas concretas del colchón y eso puede llevar a una menor durabilidad y comodidad, sobre todo cuando estas zonas están en el borde del colchón, que es más susceptible de deformarse.
Y no sólo duran menos los colchones por cómo se usan sino por la cantidad de uso. Los fabricantes establecen una vida útil (pongamos de 10 años) para un colchón pensando en que se comprimirá unas horas concretas, si estas aumentan, esta vida útil se reducirá.
Una cama no presta el mismo apoyo cuando estamos sentados que una silla o un sofá, que están pensados para ello. En este sentido es perjudicial sentarnos en la cama porque puede provocarnos dolor de cuello, de hombros y de espalda.
Muchas veces que usamos la cama de asiento, lo hacemos con ropa de calle, después de, probablemente, habernos sentado en el transporte público, en el trabajo, en un restaurante, en un banco y en otros sitios donde se ha sentado mucha otra gente y pueden haberse producido contaminaciones cruzadas de muy distinta índole. Esta contaminación la trasladamos al colchón. Lo mismo ocurre cuando comemos en la cama y se nos derrama comida o bebida: pueden permanecer microorganismos en ella que no podemos ver.
Aunque a algunos les resulte difícil de creer, asociar la cama exclusivamente al hecho de dormir ayuda a conciliar el sueño mejor. Eso es así porque el cerebro vincula este espacio únicamente con el descanso, favoreciendo una transición más rápida al sueño. Además, usar la cama para otras cosas que no sean dormir hace que tienda al desorden, y el desorden es poco amigo de la conciliación del sueño.
Como hemos dicho, no es malo sentarse en la cama esporádicamente. Sobre todo, si seguimos una serie de pautas que nos ayudarán a reducir el impacto negativo:
Si nos sentamos en la cama a leer o a mirar el móvil, lo ideal es usar almohadas para apoyar la espalda y mantenerla recta, en vez de adoptar una postura encorvada por falta de elementos de apoyo.
Adquirir la costumbre de trabajar con el portátil en la cama nos llevará a prolongar el tiempo que pasamos sentados en la cama, por lo que es recomendable separar los momentos de trabajo de los de descanso.
Si sabemos que de vez en cuando nos sentamos en la cama, es buena idea cambiarnos de ropa nada más llegar a casa, porque además estaremos más cómodos.
Si el espacio lo permite siempre es bueno disponer de un taburete, un sillón o una silla en nuestro dormitorio para sentarnos, porque a menudo nos sentamos en la cama para llevar a cabo cómodamente acciones como vestirnos o ponernos los zapatos. Un asiento alternativo puede ayudarnos a evitar esa costumbre.
En MATINER Natural-Descans desaconsejamos sentarse en el colchón. Ahora bien, si se hace de forma puntual, es importante distribuir el peso de manera uniforme y evitar hacerlo siempre en el mismo lugar. Además, es bueno girar y voltear el colchón regularmente para minimizar el desgaste desigual y mantener una superficie de descanso óptima.
Foto de Tatiana Syrikova: https://www.pexels.com/ca-es/foto/dona-cafe-tassa-copa-3975583/
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