Un colchón demasiado blando puede ser un gran enemigo de nuestra calidad de vida, ya que en esta tiene un papel fundamental un descanso reparador, que no obtendremos si el soporte no es adecuado. Un colchón blando es aquel que no proporciona el soporte necesario para mantener la columna vertebral en una posición neutral. Puede ser así porque el material del que está hecho se ha desgastado con el tiempo, porque está diseñado para ofrecer una sensación de “abrazo” demasiado pronunciada, o porque no se ajusta a las necesidades específicas del peso y forma del cuerpo del usuario, entre otros motivos.
Normalmente llegaremos a la conclusión de que dormimos sobre un colchón demasiado blando cuando notamos un cierto hundimiento al estirarnos sobre él, que nos dificulta movernos en la cama e incluso levantarnos, cuando no encontramos nunca una postura cómoda o cuando nos levantamos con dolor de espalda porque ese hundimiento hace que la alineación de nuestra columna no sea la adecuada. En realidad algunos de estos síntomas son los mismos que cuando un colchón es demasiado duro, algo de lo que hablamos este post, porque ambos afectan a la alineación de la columna vertebral y a la distribución del peso corporal durante el sueño.
En el mercado existen opciones de colchones blandos para responder a las preferencias de una parte de durmientes, por lo tanto, son así porque así lo ha decidido el fabricante. Sin embargo, un colchón demasiado blando suele ser por otros factores que se suelen escapar a los deseos del durmiente:
Está hecho de espuma de baja densidad: una espuma de baja densidad tiende a hundirse y a perder su forma con el tiempo, porque su estructura de celdas es más grande y abierta en comparación con las espumas de mayor densidad (tiene menos material por metro cuadrado), de forma que el apoyo y la distribución del peso no son tan eficaces y eso conduce a la rotura y la rápida compresión sin recuperación de su forma con el tiempo.
Está hecho con muelles de baja calidad: en el caso de los colchones de muelles, la tendencia a hundirse suele darse porque no recuperan su forma inicial.
Acolchado excesivo: algunos colchones tienen un gran número de capas de acolchado o capas muy gruesas, algo que puede parecer cómodo al principio, pero tender al hundimiento y a la pérdida de firmeza con el tiempo.
Soporta mucho peso: algunos colchones pueden hundirse más fácilmente si soportan mucho peso, por lo que parecen más blandos.
Edad del colchón: en general, los colchones viejos se pueden notar más blandos (o más duros) que al principio. Eso es porque el desgaste puede hacer que los materiales pierdan su integridad estructural y capacidad de apoyo original.
Temperatura: hay ciertas espumas que responden a la temperatura, como la viscoelástica, por lo que en ambientes cálidos pueden sentirse más blandos.
Base de cama o somier inadecuado: el lugar donde apoyamos el colchón puede no proporcionar el soporte adecuado y contribuir al desgaste prematuro de los materiales, algo que puede hacer que notemos el colchón demasiado blando.
Quizá cuando pensamos en un colchón blando, lo primero que se nos viene a la cabeza puede ser un colchón cómodo, que nos acoge y se adapta a nuestro cuerpo. Sin embargo, si es demasiado blando pierde capacidad de soporte, es decir, de mantener la alineación adecuada de la columna vertebral, y puede suponer problemas como:
Ahora que hemos explicado algunos de los motivos que hacen que un colchón pueda notarse demasiado blando, podemos buscar algunas soluciones:
Aunque suele ser una solución más habitual en colchones duros, para aportarles un punto de mullidez extra, también podemos recurrir a un topper firme para colchones demasiado blandos. Un topper se coloca sobre la superficie de su colchón para dar un plus de apoyo, comodidad y firmeza adicionales.
Sin embargo, no son un milagro: en colchones muy hundidos, especialmente si el hundimiento es localizado, se notará todavía ese hundimiento.
Una opción popular suele ser añadir una madera contrachapada o tablero MDF debajo del colchón, para que éste se sienta más firme y evitar que se hunda tan rápidamente. Ahora bien, esto tiene inconvenientes, como el hecho de que se reduce la transpirabilidad y eso puede generar calor y ser caldo de cultivo de bacterias.
En la línea de la opción anterior, cambiar de un somier de láminas a una base de cama sólida puede mejorar la sensación de firmeza del colchón, ya que las láminas se mueven con el colchón mientras dormimos. Ahora bien, esta opción puede suponer los mismos inconvenientes que la anterior.
Aunque en este caso se trata de una idea más preventiva que paliativa, es importante rotar el colchón horizontalmente cada cierto tiempo para que los puntos de presión en él no estén localizados siempre en los mismos sitios y así se permita que la espuma recupere su forma.
Una forma rápida de hacer que un colchón se note más firme, sobre todo al primer contacto, es ajustando bien la ropa de cama en las esquinas para hacer presión sobre el colchón.
Especialmente si dormimos en colchones de viscoelástica, sabremos que este material reacciona a la temperatura corporal haciéndose más blando y viscoso para adoptar nuestra forma. Si la temperatura ambiental es elevada, la espuma responderá diferente a cuando el ambiente es más frío.
Si dormimos en un colchón demasiado blando y no nos funciona ningún remedio, especialmente si hablamos de un colchón que ya tiene más de 5 años (aunque los de calidad deberían durar el doble), entonces quizá haya llegado el momento de cambiar de colchón.
Elegir la firmeza adecuada es fundamental, ya que un colchón demasiado firme puede no ser la solución: hay que tener en cuenta nuestra postura al dormir, nuestro peso, si dormimos acompañados o no, etc., para decidirla.
En MATINER Natural-Descans recomendamos recurrir a profesionales del descanso en tiendas especializadas para dar con la firmeza adecuada del colchón y probarlo siempre antes de decidir.
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