Cuando nos decidimos a comprar un colchón, nos asaltan todo tipo de dudas. Si nos gustaba nuestro viejo colchón, probablemente nos preguntaremos si encontraremos uno parecido; si nunca llegamos a dormir bien en él, tal vez nos preocupe si el nuevo volverá a decepcionarnos. Por otro lado, una inquietud habitual entre quienes buscan un colchón nuevo es saber si sabrán diferenciar uno de buena calidad de uno que no lo es: al fin y al cabo no todos los dependientes de una tienda de descanso tienen el mismo dominio de lo que venden, ni nosotros tenemos una capacidad ilimitada de informarnos (sobre todo si compramos por internet, algo de lo que hablaremos en este mismo post).
Entonces, ¿cómo saber si un colchón es bueno antes de comprarlo? ¿Puede saberse sin haberlo probado para dormir una noche entera, por ejemplo? De hecho, aunque nos tumbemos sobre él en la tienda, lo que hacemos en nuestro colchón excede con creces lo que podamos probar allí. En este post, intentaremos dar algunas claves.
La calidad en un colchón, como en el resto de productos, es un concepto relativo, y a menudo sujeto a cierta subjetividad. Un colchón es mejor que otro, pero calificarlo como “el mejor” es algo que depende de muchas variables, incluido quien las elige y valora. De la misma manera, no hay una medida estandarizada que establezca que un colchón es bueno. Quizá un durmiente pruebe uno de la mejor viscoelástica del mercado y no aprecie su efecto abrazo, por alta que sea la calidad del producto. Se pueden recopilar algunas consideraciones compartidas por los distintos fabricantes y críticos que, con variaciones, suelen caracterizar buenos colchones, que es lo que haremos a continuación, pero la última palabra la tiene quien va a dormir en él.
Como hemos explicado en nuestro post dedicado a las diferentes capas de los colchones, el grosor medio de los colchones suele ser de 20 a 30 cm. Un colchón considerado bueno suele tener como mínimo 20 cm de grosor, eso sí, si el núcleo o capa principal supone una parte importante de ese grueso (a partir de 3 cm). El resto son capas transicionales y acolchados. Si un colchón es grueso pero su núcleo tiene poco grosor, no proveerá un apoyo suficiente y no proporcionará un buen descanso. De la misma manera, si tiene un núcleo lo suficientemente grueso pero el grosor total no llega a 20 cm (algo que no suele pasar, porque a menor grosor solemos encontrar un núcleo también de poco grosor), dormiríamos incómodos, porque la dureza del producto sería excesiva.
Los colchones estándar suelen tener dos capas: el núcleo y el acolchado. De ahí que el grosor total, como hemos apuntado en el apartado anterior, no suela llegar en estos casos a los 20 cm. Sin embargo, los colchones de más calidad suelen incorporar una capa adicional (transicional) entre el núcleo y los acolchados, para una mejor respuesta al contacto con el cuerpo y un mayor confort, e incluso más, cuatro o cinco capas en total. Esto aumenta el grosor total del colchón a más de 20 e incluso más de 30 cm. De hecho, probablemente muchos se fijarán que en un hotel de cierta categoría los colchones siempre son altos, sean sólo los colchones o los colchones con un topper. En este post que publicamos hace un tiempo se puede consultar más información sobre la altura de los colchones.
La firmeza en un colchón es algo difícil de medir, porque tiene que ver con una medida objetiva como la dureza (lo que se llega a comprimir el material aplicando una presión determinada -con nuestro cuerpo en este caso-) pero también con otras variables más subjetivas, como la respuesta que da el colchón al contacto con nuestro cuerpo (algo que tiene que ver con la textura de los acolchados, la sensación de mullidez, etc.) y, por ejemplo, nuestro peso o nuestra postura al dormir. Lo ideal es que un colchón sea bastante duro para obtener un apoyo suficiente para nuestra columna vertebral, pero si dormimos de lado puede que nos resulte incómodo, y si pesamos poco un colchón menos duro (suave) ya nos ofrecerá un apoyo adecuado porque no lo hundiremos igual que una persona que pesa más. Pero podemos dormir en un colchón duro que ofrezca menor firmeza por sus acolchados y en un colchón suave con unos acolchados más duros para ofrecer una mayor firmeza.
Muchos fabricantes definen sus productos como de firmeza baja, de firmeza media y de firmeza alta, e incluso pueden asignarles una escala de 1 a 10. Para determinar si un colchón es suficientemente firme debemos probarlo, e incluso hacer uso de pistas como las que damos en otro post cuando explicamos algunas claves para probar el colchón en una tienda.
Ya hemos hablado varias veces en nuestro blog de la densidad del colchón, por ejemplo, en este post, donde explicamos su diferencia con la dureza y la firmeza. La densidad tiene que ver con la cantidad de material utilizado por metro cúbico. Cuanto más material usemos, menos aire en su interior tendrá el colchón y más denso será y más tiempo durará. Esto, además, se correlaciona, aunque no de manera proporcional necesariamente, con la dureza y la firmeza del colchón. Por eso, aunque en general se defina un colchón bueno como un colchón de alta densidad, para una persona que prefiera una sensación más mullida o menos firme o que no necesite una firmeza tan alta como la que ofrece generalmente una densidad alta, una densidad menor ya caracterizará un buen colchón.
Un colchón que sea bueno proporciona independencia de lechos en el caso de que durmamos con otra persona. Eso significa que si nos movemos, el otro no notará físicamente ese movimiento en el colchón y viceversa. Generalmente la independencia de lechos se logra con una combinación óptima de capas de material, no sólo con materiales de calidad o con un número de capas determinado.
Como explicábamos en nuestro post sobre colchones naturales, los materiales naturales son aquellos que podemos encontrar directamente en la naturaleza, como el látex, que se obtiene de la savia del árbol del caucho, el algodón, que se recolecta de una planta, la lana, que proviene de las ovejas o las llamas, la seda, el lino o incluso nuevos materiales como el biovisco. Estos materiales suelen ser más saludables (son hipoalergénicos, antibacterianos, no emiten gases tóxicos, etc.) y más respetuosos con el medio ambiente, porque no derivan del petróleo.
Podemos encontrar materiales naturales en todas las capas del colchón o solo en algunas. Si todas ellas son de materiales naturales, más bueno es el colchón.
Como ocurre con todos los productos, un producto bueno no suele ser el más barato. Pogamos que queremos que nuestro colchón reúna todos los requisitos expuestos hasta ahora: un mayor número de capas, un grosor suficiente, una combinación de capas óptima para evitar la transferencia de movimiento, una alta densidad y materiales naturales significa para un fabricante mayor cantidad de material, que a su vez sea de calidad y natural, inversión en investigación y desarrollo y disponer de recursos técnicos y humanos para una mejor fabricación, y eso significa unos costes elevados que se trasladan al producto final.
A partir de aquí, si priorizamos más unas características que otras, podremos lograr precios entre lo más caro y lo más barato que nos pueden parecer satisfactorios. Algunos fabricantes como MATINER Natural-Descans, por ejemplo, ofrece algunos modelos en diferentes grosores para ofrecer una gama de precios más adaptable a las necesidades del consumidor.
Existen tiendas y marcas que permiten probar los colchones unos días en casa, en periodos muy dispares: algunas ofrecen 30 días, otras incluso más. Es conveniente preguntar en las tiendas de descanso que visitemos por su garantía de satisfacción y la de las marcas que venden. Ahora bien, incluso si el colchón que más nos gusta en la tienda lo probamos durante el tiempo suficiente en el mismo establecimiento, es muy probable que acertemos con nuestra compra, como indica un estudio de consumerreports.org, que indica que de los casi 20.000 lectores que compraron un colchón entre 2013 y 2016 y lo probaron antes en la tienda durante más de 15 minutos, el 77% estaban especialmente satisfechos con su compra.
En general nuestra relación con nuestro colchón es como un matrimonio exitoso: la convivencia hace que nos amoldemos mutuamente. Normalmente al acostarnos sobre un colchón nuevo tenemos presente el antiguo y lo valoramos en relación a este, incluso aunque este no nos haya resultado el más cómodo de nuestra vida. La costumbre hace que nos cueste adaptarnos. Suele ser al cabo de un mes o incluso más que podemos valorar de forma más fundamentada nuestra experiencia de sueño con el nuevo colchón. Por eso muchos vendedores ya ofrecen un periodo de prueba de hasta 30 días o incluso más.
En MATINER Natural-Descans estamos orgullosos de fabricar cerca de ti colchones que reúnen todos los requisitos que hemos descrito en este post, distribuyendo a tiendas de descanso, así como a establecimientos hoteleros, hospitalarios, etc.
Los posts de MATINER Natural-Descans tienen fines informativos y no deben reemplazar el consejo de un médico u otro profesional médico.