Probablemente habremos oído que dormir en un colchón firme suele ser una opción saludable, ya que mantiene la alineación natural de la columna vertebral, distribuye el peso de manera uniforme, presenta menos riesgo de hundimiento, etc. Sin embargo, firme no significa siempre duro: la dureza del colchón tiene que ver con la presión que hay que ejercer con el colchón para hundirlo, y si es demasiada precisamente puede provocar, por ejemplo, que la alineación del cuerpo no sea correcta porque la espuma no cede, comprimiéndose lo suficiente, en zonas que hacen presión y lo necesitan, como las caderas, los hombros, etc., y eso puede generar dolores en esas zonas.
Un colchón firme, por lo tanto, no tiene por qué ser muy duro: aunque ambos están muy relacionados, la firmeza tiene que ver con la sensación del colchón al contacto al cuerpo: qué nivel de apoyo en cada zona proporciona, lo rápido o lento que se comprime, sensación de uniformidad, etc. Por ejemplo, un colchón puede estár construido con una espuma dura pero tener unos acolchados que le den una firmeza menor, para adaptarse a los gustos y necesidades de cada persona, y por contra, puede ser de espuma más blanda para ofrecer más alivio de la presión a las personas que pesan menos o que duermen de lado, permitiendo la compresión de la espuma más fácilmente, pero ofrecer firmeza mediante las capas más exteriores, para ayudar a distribuir el peso de manera uniforme, por ejemplo, evitando un hundimiento demasiado profundo.
Pero ¿qué ocurre si compramos un colchón que no nos parecía demasiado duro y cuando empezamos a dormir en él notamos que ejerce demasiada presión sobre puntos como las caderas, los hombros, la zona lateral de las rodillas, la zona lumbar, los talones, los codos o incluso la cabeza, dependiendo de las posturas que adoptemos en la cama? ¿O cuando un colchón en el que dormíamos bien, empieza a parecernos duro, por un cambio de peso que hayamos experimentado, porque han cambiado nuestras preferencias o porque con el paso del tiempo las capas exteriores han perdido su capacidad de amortiguación, por ejemplo? Existen maneras de remediarlo.
Si hemos adquirido el colchón recientemente, quizá nos parezca más duro de lo que nos resultaba en la tienda cuando lo probamos. Es normal, los colchones nuevos suelen necesitar semanas o incluso más de un mes (de ahí que el periodo de prueba que ofrecen algunas marcas y tiendas se extienda durante ese tiempo) en convertirse en la versión más cómoda, tras adaptar los acolchados al cuerpo y acostumbrar el cuerpo a la nueva firmeza. Pensemos que los colchones en la tienda los prueban muchas personas y ya han pasado por el tiempo de adaptación, por lo que es normal que una vez en casa al principio lo sintamos en parte diferente.
Es la opción más extendida en caso de colchones demasiado duros si no queremos sustituirlos por otro. Un topper es una capa adicional de acolchado que se compra por separado para modificar su nivel de apoyo y comodidad y se coloca encima del colchón, generalmente sujeto con gomas o cintas. Existen toppers más y menos firmes, de materiales diversos como el látex, la viscoelástica, el viscogel, las plumas, las fibras sintéticas, e incluso la lana, según nuestras preferencias. El topper no sólo puede ajustar la firmeza del colchón, sino que lo mantiene más caliente, algo que puede hacer que la espuma se vuelva más flexible. Los veremos a menudo en hoteles que quieren personalizar el descanso de sus huéspedes.
Son ideales también en circunstancias provisionales, como por ejemplo cambios de peso, porque cuando se vuelve a las circunstancias iniciales se puede quitar. Además, al actuar como una barrera entre nuestro cuerpo y el colchón, lo protege del desgaste y alarga su vida útil.
A veces ocurre que ciertos somieres o bases de cama hacen que notemos el colchón demasiado duro. Las bases sólidas, por ejemplo, no se comprimen y descomprimen de acuerdo con la presión que ejerce nuestro cuerpo sobre el colchón, la fuerza es uniforme, y eso puede revertir en una sensación de dureza mayor en el colchón, mientras que los somieres de láminas se adaptan más a los puntos de presión y de alivio. Además, los somieres de láminas u otras bases que ofrecen buena ventilación, favorecen la flexibilidad de la espuma en los colchones.
Como acabamos de mencionar, las espumas, sobre todo las de viscoelástica, responden de una forma u otra dependiendo de la temperatura exterior (y aún más, de la temperatura de nuestro cuerpo al contacto, que es lo que hace que adopte su forma). En ambientes fríos estas espumas se pueden percibir más duras, por lo que mantener una temperatura cálida (no sólo mediante la calefacción sino también la ropa de cama, por ejemplo) ayudará a generar una sensación más mullida.
Si el colchón es de doble cara, se puede optar voltearlo, es decir, por colocarlo sobre la que reposaba sobre la base para comprobar si no nos resulta tan dura. Si no, también se puede rotar horizontalmente, situando la parte que antes estaba en los pies en la cabeza, ya que esto ayudará a redistribuir el peso sobre el acolchado.
Ayuda a notar el colchón más suave dormir boca arriba, una posición que en general, si no se tienen problemas de salud concretos que aconsejen más otras posturas, se considera saludable para alinear correctamente la columna. Si estamos acostumbrados a dormir boca abajo o de lado, podemos intentar cambiar la posición, por ejemplo, situando una almohada no muy gruesa bajo las rodillas o en la parte baja de la espalda.
El catálogo de MATINER Natural-Descans contiene modelos de colchones de alta calidad con diferentes niveles de dureza y de firmeza, así como distintas densidades y medidas cada uno. Además, también vendemos toppers que permiten ajustar la firmeza deseada, mejorar el apoyo del colchón y aumentar su vida útil.
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