Dormir sobre un colchón puede parecer un lujo contemporáneo. Y en cierto modo, es así. Los colchones que más se parecen a los que nos proporcionan descanso hoy en día son los que conocemos del siglo XIX, principalmente sacos rellenos de materiales naturales, que había que mullir continuamente y darles la vuelta con frecuencia para mantener su comodidad. Fue a finales de ese siglo cuando empezaron a aparecer los primeros colchones de muelles, que estaban reservados especialmente a las clases con poder económico.
Sin embargo, el ser humano hace muchos miles de años que dejó de dormir directamente sobre el suelo. En este post explicamos una breve historia del colchón, que está interrelacionada con acontecimientos sociales clave como el auge de los espacios domésticos privados, la prosperidad económica, la industrialización, la creciente concienciación sobre la salud y los cambios culturales hacia la comodidad personal.
Las primeras evidencias arqueológicas que tenemos de que los seres humanos dejaron de dormir sobre el suelo datan de hace unos 77.000 años. Se trataba de simples montones de hojas y hierba en el sur de África. Se trataba de lechos grandes, de varios metros de largo, porque todos los miembros de la tribu dormían juntos para combatir el frío y protegerse de los depredadores.
Es posible que para ahuyentar plagas como los mosquitos, seleccionaran tipos específicos de plantas, incluidas las que tenían propiedades naturales repelentes de insectos. Esto sugiere un nivel de sofisticación en la elección del tipo de lugar para dormir, destinado a mejorar la comodidad y la higiene.
En los climas más fríos las tribus dependían en gran medida de las pieles de animales para mantenerse calientes, por lo que también se usaban para forrar las camas primitivas. Las pieles de animales como ciervos, osos y otros grandes mamíferos eran excelentes aislantes y proporcionaban calor y protección contra el frío del suelo. Con el tiempo, se desarrollaron camas más complejas, sobre todo en las sociedades nómadas.
Se atribuye a las antiguas civilizaciones como la egipcia el uso de las primeras camas elevadas, con materiales blandos como la lana, la paja o los juncos, que cubrían con lino u otras telas suaves y transpirables. Las de las clases adineradas contaban con una estructura de madera, que a menudo llevaba un reposacabezas, y lo que hoy sería un somier, hecho con cuerdas o juncos entrelazados. Algunas de las más célebres son las que se encontraron en la tumba de Tutankamón, de madera dorada y lo que hoy sería una cama plegable, obviamente un gran avance para aquella época. En Mesopotamia también optaron por elevar las camas, a la manera de los egipcios.
Los griegos fueron los primeros que optaron por colchones rellenos, es decir, que fueron ellos los que introdujeron el primer concepto de colchón tal como lo conocemos. Se trataba de sacos rellenos de paja, juncos, lana y hasta plumas para crear superficies mullidas. Incluso tenían somieres muy elaborados y usaban ropa de cama sofisticada. Los romanos copiaron estas costumbres griegas y fueron más allá: usaban plumón, paja, lana o crin de caballo para rellenar sus colchones, que tejían cuidadosamente, ya que daban importancia a la comodidad y al lujo en el dormitorio, especialmente los aristócratas, que también tenían somieres de madera tallada. Las clases más bajas dormían en el suelo, en colchones también rellenos, pero de paja, o en esteras. Uno de los vestigios de las camas de esta época quedaron inmortalizados bajo las cenizas del Vesubio en Pompeya. Este artículo habla de ello.
Si bien es cierto que en todas las épocas los mayores avances los aprovechaban las clases más pudientes, fue en la Época Medieval cuando se acentuó más la diferencia entre el lugar donde dormían los ricos y el lugar donde lo hacían los pobres. Mientras que los pobres continuaban durmiendo como lo hacían las civilizaciones antiguas siglos atrás, en simples sacos rellenos de paja, heno, lana o crin de caballo, y como mucho encima de una plataforma de madera, los ricos, en cambio, disfrutaban de colchones rellenos de plumas o plumón. Estos colchones solían colocarse sobre cuerdas o correas que se estiraban a lo largo de los armazones de las camas regularmente. Estas camas podían ser grandes y lujosas, con doseles y columnas de madera que los sujetaban, para ofrecer privacidad y resguardar del frío.
El punto de inflexión en la historia del colchón fue cuando, en la segunda mitad del siglo XIX, tras la Revolución Industrial que permitió la fabricación de somieres de hierro y acero, que fueron los metales estrella en ese periodo, se inventó el colchón de muelles en su interior.
Los primeros colchones de muelles contenían espirales metálicas dispuestas en filas, generalmente unidas entre sí para hacer la superficie más estable, y se rellenaba el espacio entre los muelles y el tejido exterior, que solía ser de lana, con algodón o crin. Más tarde, en 1871, Heinrich Westphal refinó el tipo de muelles utilizados para mejorar el soporte y la durabilidad, pero no se popularizaron hasta principios del siglo XX, cuando empezaron a producirse en masa, siendo así más asequibles e higiénicos.
El siglo XX fue crucial en los avances en el descanso. Tras popularizarse los colchones de muelles con acolchados cada vez más sofisticados, en algodón, en la década de los 60 aparecieron las camas de agua en el mercado de masas (a pesar de existir ya desde principios del XIX para uso hospitalario). En esa misma década, la NASA desarrolló un material que lo cambiaría todo hasta hoy: la espuma viscoelástica, o memory foam. Inicialmente pensada para mejorar la amortiguación de los asientos y la protección de pilotos y pasajeros en caso de colisión, la viscoelástica tenía la capacidad de adaptarse al cuerpo del usuario, distribuyendo el peso de manera uniforme y volviendo a su forma original lentamente una vez que la presión se retiraba. Por eso se empezó a popularizar su uso en colchones, siendo el boom en los años 90.
La diversidad y la innovación tecnológica que caracteriza el mercado del colchón hoy en día no tiene precedentes. Los consumidores pueden elegir entre colchones de muelles, espuma viscoelástica, híbridos y mucho más. Además, la sostenibilidad se ha convertido en una prioridad, por lo que muchos fabricantes, como MATINER Natural-Descans, trabajan para lograr los materiales y métodos de producción más respetuosos con el medio ambiente. También la tendencia a la personalización caracteriza la actualidad del colchón, con colchones adaptados a las diferentes preferencias de sueño y tipo de cuerpo, y una especie de vuelta a lo básico, con materiales tradicionales y naturales y diseños sencillos.
Con décadas de experiencia, MATINER Natural-Descans es un exponente del momento en el que se encuentra el mercado del colchón: nuestro material más actual, la visco air, ejemplifica nuestro enfoque, al incluir un tipo de viscoelástica innovadora, de celda más abierta para una mayor transpirabilidad y confort, mientras que el uso de materiales como la biovisco y el látex natural continúan siendo nuestras señas de identidad más arraigadas, valorados ampliamente entre hoteles de alta gama y las tiendas de descanso más exigentes.
Foto: Shutterstock, colchón de Antiguo Egipto en el museo egipcio de Turín.
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